
A raíz de ello hemos decidido de a poco ir caminando en el analisis y la reflexión de éste libro, no necesariamente respetando el orden de los capítulos, para poder comprender un poco más y mejor nuestra fe de personas homosexuales, lejos de lo que muchos llaman el "silencio de Sodoma".
Con M de Misericordia es sólo una reflexión personal en base a la lectura de algunos capítulos del libro, pero también es invitación a una reflexión grupal porque TU palabra dentro de este escrito es también de gran importancia.
Y -para dejar en claro- aunque cite textualmente algunos pasajes es sólo para que no se pierda el espíritu ni el contenido enriquecedor de tales pasajes.
Con M de Misericordia
No hay nada de elegancia en habitar un espacio que ha sido
tildado histórica, social y teológicamente de irrisorio, en el mejor de los
casos, y en el peor de los casos de maligno.
Hace un mes ya que ha sido la masacre de Orlando y desde
entonces -como desde antes, porque esto ocurre desde mucho antes- se escuchan
voces que salen en defensa de homosexuales y otras tantas que hacen todo lo
contrario. El Papa pide perdón (o dice que habría que pedirnos perdón), algunos
Obispos (de México y de EEUU por ejemplo) piden más respeto hacia los
homosexuales -NOSOTROS- porque no son (somos) cristianos de segunda. De echo
hasta se han armado de valor para pedir al Vaticano que se quite (o al menos
que se reformule) del Catecismo de la Iglesia Católica (alias CIC o CATIC) el
artículo 2357 que refiere a los actos
homosexuales como intrínsecamente desordenados. Y aunque no sea bien visto
hasta podemos encontrarnos con algún que otro sacerdote católico que bendice
parejas homosexuales. Claro que también nos encontramos con los que de la
vereda de enfrente matan gays o rezan para
los “maricas” tengan SIDA o vayan al infierno (por creerse que el Señor
Dios de la Vida así lo ha pedido) o, peor aún, no aceptan el cadáver de su hijo
muerto (como sucedió en Orlando) porque éste (su HIJO) era gay.
Y todos estos se dicen hombres de fe.
Pero la fe no se nos da para “pertenecer a la iglesia”, sino
para entender y AMAR al ser humano. ¡Pequeña diferencia!
Este don de la FE, por tanto, nos debería ayudar a descubrir
cómo amar y cómo compartir una dignidad de personas homosexuales (amadas por
Dios) que los siglos nos ha quitado, ya que DIOS no tiene nada que ver con la
violencia religiosa.
Y como Dios no tiene nada que ver con la violencia religiosa
es que debemos descubrirnos verdaderamente amados por Él., porque que Dios se
encarnara y viviera entre nosotros supone un verdadero terremoto de
Misericordia.
Dicen que una vez hubo un ciego. Este hombre era ciego de
nacimiento y, según parece, en aquel entonces todos suponían que era un
pecador. De echo hubo quien preguntó a un tal Jesús que por ahí pasaba: “Rabí,
quien pecó, para que éste naciera ciego: él o sus padres”. “¿Quién pecó” es la
pregunta lógica -diría- porque este razonamiento es común y hasta lo podemos
encontrar a nuestro alrededor: se llama culpar a la victima. Si alguien tiene
SIDA ha de ser un castigo de Dios por haber tenido una conducta aberrante. Y
así pensamos TODOS en algunas situaciones. Pero la actitud de Jesús está muy
lejos de esto: y no sólo está muy lejos sino que nos da una lección de
subversión de esta mentalidad desde su interior. Lo que él lleva a cabo es una
inclusión. Y no sólo desde lo simbólico gestual sino desde la experiencia
interpersonal ya que se acerca y le habla de TU. El (“el ciego”) siempre ha
sido EL -el otro- hasta que ahora irrumpe con un soy YO. A partir de ese
momento le dirigen la palabra y le hablan... aunque claro que a las autoridades
les cuesta un poquitín más ya que la existencia de excluidos no supone ningún
problema para el orden establecido ya que más bien ese orden depende de ellas.
Por eso el primer paso es cerrar filas afirmando la bondad del grupo.
El famoso NOSOTROS y ELLOS donde el ELLOS son los malos y
NOSOTROS los buenos; donde “nosotros” somos los justos y “ellos” los pecadores. Pero el PECADO ahora ya
no es un defecto que en principio excluye a alguien del grupo de los justos
sino que el pecado es -tengámoslo en cuenta- participar en el mecanismo de
expulsión. Los que forman parte del grupo de los justos pensando que ven se
hacen ciegos al aferrarse al orden que piensan que tienen que defender. El
pecado consiste en RESISTIRSE, en nombre de DIOS, a Su obra creadora que nos
quiere incluir a todos.
Es de inmensa importancia que lo que hace sentirse excluidos
no tiene nada que ver con Dios sino que es una reacción puramente social. Dios
lo que quiere es acogernos y llevarnos a una plenitud de vida que probablemente
provocaría el escándalo de quienes son partidarios al orden vigente.
Pero cuidado que las VICTIMAS se pueden convertir en un
grupo RABIOSO para excluir a los fariseos que -por cierto- siempre han sido
fácil objeto de burla. Y convertirse en un grupo rabioso no nos haría como
victimas muy diferente de los rabiosos victimarios. Y esto lo logramos en el
mismo instante en que desde un SOY YO comenzamos a aprender a no ser un
expulsor, porque dejemos claro que muchos -aun no siendo excluidos- desde el
uso de las palabras crean (creamos) una bondad expulsora.
El ser humano nunca puede prescindir del esfuerzo de
aprender, poco a poco y en la vida real, a separar las palabras morales y
religiosas de ese mecanismo expulsor que exige sacrificios humanos, para hacer
que esas palabras sean palabras de MISERICIORDIA que liberen. Y eso significa
que el camino hacia la bondad pasa indefectiblemente por la toma de conciencia
de nuestras acciones y nuestras propias palabras.
Lo que nos ofrece la fe cristiana en la esfera moral no es
una ley ni una forma de mantener una estructura de la supuesta bondad de este
mundo, sino un procedimiento para subvertir desde su interior mismo la bondad
humana, empezando por nuestra propia bondad. Lo que viene a significar que el
primer paso para llevar una vida moral correcta desde un punto de vista
cristiano es ser conscientes de nuestra propia complicidad en la hipocresía y
caer en la cuenta de lo violenta que ésta puede llegar a ser.
Sigamos pues avanzando e intentemos aprehender día a día un
poco más lo que quiere decir “Misericordia quiero” quitando de nuestros
esquemas mentales las posibles actitudes violentas de las victimas y los
silencios bondadosos de los que excluyen, porque ya no debería haber un orden
sagrado que se base en la existencia de una victima más o menos camuflada para
que sacrificándola el orden perviva.
El “yo” del hijo de Dios nace de entre los escombros de la
idolatría arrepentida.
Porque Dios te ama tal y como eres para que NO te escondas
ni te niegues a ti mismo la búsqueda de la integridad y de las virtudes que tú
tienes como la persona que eres.
“Ni el pecó ni sus padres - dijo Jesús- sino que esto es
para que se manifiesten las obras de Dios en él”. Y las obras de Dios se
manifestaron porque al poco tiempo el hombre que ya veía comenzó a hablar sobre
las maravillas de Dios en su vida... también a los fariseos y al resto del
pueblo... para que también ellos pudieran ver.
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